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Un burdel (del catalán bordell o del occitano bordel),[1] prostíbulo, lupanar, mancebía o casa de lenocinio —también denominado coloquialmente puticlub—[2] es un lugar en el que se practica la prostitución.
Según el diccionario de la Enciclopèdia Catalana el origen del término bordell[3] probablemente esté relacionado con el de la palabra bord[4] (literalmente: borde) en su acepción de "Bastardo, nacido de un padre y de una madre que no están casados" o "Nacido de padres desconocidos, expósito" por el hecho de ser un lugar de eventual engendramiento de gente "burda" del lat. tardío burdus 'bastardo').
De acuerdo con Joaquín Escriche, antiguamente se decía bardeau y significa a flor de agua, o en la ribera del mar, por alusión al epíteto de Venus llamada aphrodites, esto es, nacida de la espuma del mar.[5]
A pesar de que hay muchas diferencias, los burdeles «clásicos» tienen dos elementos comunes: un bar en el que los clientes esperan y se relajan y un conjunto de habitaciones en las que las prostitutas mantienen relaciones sexuales con los clientes.
Suele estar regentado por una persona generalmente una mujer denominada matrona o madame. Esta es la encargada de mostrar a las chicas en ropas diminutas (tanga, bikini, etc.) al cliente, que es quien decide quién será la elegida para proporcionar los servicios sexuales.
Desde la aparición de Internet los burdeles han ido a menos, ya que la red facilita más la comunicación entre proxeneta y cliente, y la proliferación de hostales o alojamientos donde se ejerce la prostitución, muchas veces de manera clandestina, localizados en lugares céntricos de las ciudades. Una opción al problema de la prostitución clandestina sería la creación de alojamientos de alterne, donde las meretrices son agrupadas y controladas por las entidades municipales de salud.